¡Bienvenido!

Fuimos hechos de barro, pero de alguna manera nos convertimos en plástico. Somos ágiles para mentir, expertos para dañar… unos auténticos criminales a la hora de amar. Nuestra boca está diseñada para decir palabras sin pensar. La llamada evolución nos ha traído al punto de desconectar nuestro cerebro de las demás partes del cuerpo. Inertes, sin sombra, ningún olor, sabor o sentido. Manos que apuñalan y acribillan a todo aquel que se quiere acercar, estamos hechos para matar. El estómago crea cualquier tipo de ácido, su misión ya está clara… no te quiere ver sonreír. Los pulmones han decidido dejar de respirar, le hacen caso a la poca cordura que queda en tu cabeza. Los pies, aferrados en el suelo, están cansados de las segundas oportunidades. Ya eran miles desde la última vez que caminaron. En tus venas recorre el veneno producido durante toda tu vida. Nunca quisiste hacerte caso, estabas destinado a dañar. Finalmente, el dolor llega a tu corazón y de repente te paraliza. Abres los ojos para ver el negro a todo color. Los últimos latidos ensordecen tus entrañas, estás a punto de llegar a lo que has estado esperando durante toda tu maldita vida. La agonía se hace cada vez más grande, sin embargo, sin saber cómo o por qué, tu cerebro comienza a funcionar. Trata de entregarte sus últimas ayudas. Te intenta mostrar otra salida. Sin embargo, también te hace caer en cuenta que es tarde. Siempre ha sido tarde. Tu insignificante corazón dejó de latir. El momento llegó, estás cara a cara a lo que siempre le has temido. No hay marcha atrás. Hasta aquí te trajo tu egoísmo, tu soberbia. ¡Bienvenido!.

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